Buenos Aires / Argentina

inicio especiales sugerir noticia links newsletter  

Crear la conversación / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [13/10/11]

archivo >>>

Hasta el 16 de octubre, la Galería Rom de Oslo acoge una exposición dedicada a la obra de Herreros Arquitectos cuyo título, ‘The Banquet', es la traducción del término griego ‘simposio’ y que es el concepto que inspira la serie de debates que tendrán lugar dentro de su marco – planteado a la manera de una instalación-, uno de cuyos temas será la importancia del diálogo.

Es un momento en que puede decirse que la arquitectura vive de grandes discursos, pero no de conversaciones, ¿cómo surge este planteamiento?

Es una idea que combina el propio contexto de desarrollo de la arquitectura en Noruega -sometida a una permanente confrontación en la cual es más importante la capacidad para mantener un diálogo que el poder para imponer una idea-, con una cierta trasposición del espíritu de nuestro propio estudio, donde las decisiones son tomadas a partir de una permanente conversación.

Lo más interesante de este proyecto es adquirir o conquistar la idea de que la conversación es un acto creativo, que genera alumbramientos o conclusiones que desvirtúan la propiedad privada sobre las ideas y que terminan por flotar como nuevos conceptos.

Su proyecto para el Museo Munch, un edificio que se considera crucial en la definición del futuro paisaje urbano de Oslo, es protagonista en la exposición. Es una propuesta donde se reconoce una búsqueda por formular el museo más allá de la idea de objeto para convertirlo principalmente en mejora para el tejido urbano.

Los museos habían entrado en una especie de dinámica casi corporativa en cuanto a la forma de medir su éxito y su idea de progreso, revelando al mismo tiempo la crisis de la arquitectura morfo-funcional.

Como institución, el museo ofrece oportunidades extraordinarias al ser un punto de concentración, de conocimiento y de aprendizaje que también tienen una gran repercusión en todas las ecuaciones de la construcción de la cultura urbana; sin embargo, la arquitectura no ha transformado esto en material de trabajo apasionante, sino que ha exasperado la idea del contenedor visto desde el exterior. Lo interesante es entender el museo como un espacio público contemporáneo en el que se celebran ciertos ritos de coincidencia e individualidad en la forma de uso, que custodia un patrimonio y que, por otro lado, tiene que manifestar su vocación por ser una continuación de calles y plazas. Considero mucho más atractiva para desarrollar esa intención urbana antes que la condición objetual o simbólica.

Del abuso de esa condición ha resultado la concepción del museo como edificio cuya prioridad ha sido la de erigirse como pieza de arte, la anteposición de su dimensión de objeto sobre su función como contenedor y su relación con un contexto físico concreto. La arquitectura ha pretendido absorber cuestiones relacionadas con el arte pero ha descuidado los fundamentos esenciales de lo arquitectónico.

Ése un enfoque interesante. El destino operativo o estratégico del museo es algo que está en cambio permanente, porque va al hilo de la propia cultura, pero, paradójicamente, se han construido museos extremadamente modernos que han quedado obsoletos en muy poco tiempo, que han tenido muy poca neutralidad a la hora de aceptar nuevos soportes artísticos, o porque su imposición sobre los comisarios era exagerada o porque la incompatibilidad con ciertos despliegues es manifiesta. Y valga asimismo señalar que el principio del museo debe ser la capacidad de acoger formatos artísticos que nosotros ahora mismo somos incapaces de prever.

El museo debe aceptar unas ciertas leyes de juego y saber dónde se encuentra su margen de actuación: su margen para imbuirse de una cierta personalidad o singularidad.

Las relaciones entre arte y arquitectura han sido un poco perversas, pero creo que ahora estamos en un momento interesantísimo en el que la arquitectura debe mirar al arte para aprender: sus posiciones de compromiso, aspectos ideológicos, su capacidad de reacción, su flexibilidad, el manejo de la temporalidad y la permanencia, el lugar… También el modo en que el arte ha sabido desdramatizar las grandes palabras de una manera que permite ir más al fondo de las cuestiones. Y viceversa, el arte puede encontrar en la arquitectura el modo de interesarse en las cuestiones cotidianas de los individuos, las relaciones con el mundo físico, y no tanto en pensar que los edificios son obras de arte o que hay obras de arte que son maquetas de edificios.

¿Qué factores del contexto noruego percibe que podrían ser herramientas para afirmar cambios positivos de sentido en los modos de hacer en la arquitectura española en la evidente necesidad de un cambio de sentido?

Por un lado, la capacidad crítica: el disponer de un espacio en el cual las opiniones o confrontaciones sobre las opiniones de los proyectos se puedan ejercer de verdad y tengan consecuencias. Por otro, la administración de las posibilidades y la valorización de una cierta austeridad. Ahora mismo en España se prefiere renunciar a toda una serie de cuestiones concretas que desarrollar una cultura de la austeridad, un aprendizaje para detectar qué es lo superfluo. Otra cuestión es el aprender de estos contextos en los que el proceso en el que se decide dónde se construye algo y con qué programa forma parte de la actividad arquitectónica y es tan importante como construirlo.

Un traspaso hacia esa posición anularía o diluiría la narcisista categoría del arquitecto todopoderoso, pero también esclavizado por su propia firma o estilo, y abriría la vía a un concepto más avanzado de arquitecto.

Se construye una imagen contemporánea de un arquitecto necesario para dar forma a unas ilusiones colectivas más que el arquitecto singular que produce novedad de artificio. Del arquitecto que sólo propone pasaríamos al arquitecto que lee la realidad, la interpreta, la describe y propone a continuación de esa argumentación.

En esa posibilidad, ¿cómo integrar el uso de la tecnología para democratizar auténticamente el acceso a una arquitectura de mayor calidad a todos los niveles?

Me interesa qué ofrece la tecnología a la arquitectura que no sean los consabidos tópicos de hacerlo más barato, más rápido o más en serie sino la asunción por parte de la arquitectura de la condición cultural de la tecnología. La tecnología es la cultura más compartida hoy y la arquitectura tiene, en la forma en que atienda a la tecnología, una verdadera posibilidad de sintonía en directo con la realidad y no tanto una visión futurista o una proyección hacia un mundo ideal o utópica. La fascinación por la tecnología ha producido bastantes fracasos, pero creo que en realidad se trata de una relación más cuerpo a cuerpo, y más reflexiva sobre los conceptos de calidad y más ligada a la concepción de una nueva estética, en su sentido filosófico con su contenido moral y hondo. Preguntarse si la tecnología nos puede ayudar a tener relaciones más profundas, ciertas llaves para que la arquitectura no sea sólo un objeto o un lujo, porque hay un gran porcentaje de personas en el mundo no tiene acceso a ella. Tal vez la construcción de una inteligencia técnica para la arquitectura de hoy podría allanar esos caminos.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC, Madrid - Número 1013

 

 

diseño y selección de contenidos >> Arq. A. Arcuri