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Excavando en la memoria Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [06/05/08]

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Hacia los años 936 o 940, Abd Al-Rahman III ordenó el comienzo de la construcción de un gran recinto urbano donde se ubicarían su palacio y las sedes de los órganos administrativos del recién proclamado Califato de Córdoba. La nueva ciudad constituiría la escenificación simbólica del poder califal y la afirmación de la superioridad omeya ante sus rivales religiosos y políticos. Menos de un siglo después, en el año 1010, la ciudad fue totalmente destruida y saqueada a consecuencia de la guerra civil que puso fin a aquel califato independiente de Damasco. El paso del tiempo y el expolio de sus estructuras completaron lentamente la absoluta desaparición de la que fue en su momento, en su efímera vida, la ciudad más esplendorosa de Occidente: Madinat al-Zahra.

En ese mismo emplazamiento donde se ubicó Madinat al-Zahra, a pocos kilómetros de Córdoba, ante el pie rocoso del monte cuya topografía en pendiente permitió desarrollar el ordenado programa urbanístico y la cuidada planificación de toda una serie de sofisticadas infraestructuras, el lugar de un pasado oculto, es ante el que, casi diez siglos después, se han situado Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano para proyectar un edificio que materializa la reemergencia de la ciudad desaparecida.

La sede y museo institucional de Madinat al-Zahra serán un museo, centro de interpretación y laboratorio de investigaciones que harán factible la adecuada conservación, catalogación y exposición del ingente volumen de material hallado desde el inicio de las excavaciones arqueológicas en 1911 y que, simultáneamente, sea capaz de actuar como un espacio cultural capacitado para gestionar una difusión pedagógica atractiva y dinámica para promover el conocimiento sobre el patrimonio material y cultural de la ciudad, de cuya superficie total de 112 hectáreas intramuros únicamente se ha excavado hasta la fecha una décima parte.

En su evidente impecabilidad como obra arquitectónica subyace palpablemente la fuerza de la sensatez y sensibilidad de Nieto y Sobejano, que a través de este edificio hacen del acto arquitectónico un ejercicio de reflexión dotado de fuerza material y subjetiva. El museo y sede institucional de Madinat al-Zahra es ante todo una obra metafórica que habla de la necesidad de cimentar la presencia simbólica del pasado en el presente y hacia el futuro.

Inspirados por el propio hecho de excavar y descubrir lo oculto que ejecuta el arqueólogo, los arquitectos han concebido su tarea como la de realizar una construcción que conceptualmente no debía significar levantar una nueva edificación. Su decisión fue crear un edificio "introvertido, que habrá aparecido en el paisaje silenciosamente, desenterrado", consciente de la intensidad de la identidad de la antigua urbe y de la persistencia de su vida latente, volviendo a ocupar poco a poco su territorio.

El edificio se sitúa sobre el emplazamiento del exterior de la medina, aprovechando el trazado de uno los caminos originales de acceso, evitando condicionar las excavaciones futuras. Está planteado como un punto de partida para la visita al yacimiento arqueológico, desde el que este es presentado al visitante; el edificio es un cuerpo horizontal, rectangular, de muros de hormigón blanco visto, que no quiere interferir ni protagonizar el lugar, y que articula sus usos en torno a una secuencia de llenos y vacíos, ámbitos de luz y de penumbra, espacios cubiertos y patios. Las cualidades materiales y espaciales generan una misma entidad indisoluble con el pragmatismo con que el programa del edificio es resuelto.

El legado del tiempo

La decisión de los arquitectos ha sido llevar a cabo la búsqueda de un modo de interpretar el legado del tiempo mediante un lenguaje arquitectónico y unos procesos mentales específicamente propios y coherentes con el presente. Con su estrategia adoptada en Madinat al-Zahra, Nieto y Sobejano demuestran que se pueden hacer edificios bellos con un profundo valor simbólico y, al mismo tiempo, útiles para servir a su función. Afirman que el edificio no necesita competir con la esencia y el potencial del lugar sino que puede ser una pieza importante de este complejo entorno sin necesidad de adquirir un protagonismo que se volvería en contra del sentido de la propia propuesta. Con este ejemplo de sensible adecuación del edificio a sus circunstancias, sin renegar de la propia esencia de la arquitectura, evidencian ser poseedores de una cualidad que hoy se echa a faltar en la práctica arquitectónica.

Nieto y Sobejano eligen hacer del desafío conceptual la base de su arquitectura y resuelven desde una libertad imaginativa que elige no ver el pasado en ruinas sino nutrirse de la trascendencia y esencia transtemporal de Madinat al-Zahra para formular una noción de la arquitectura como intérprete activo del tiempo.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC.es

 

 

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